Cuando los primeros exploradores empezaron a cruzar mares en busca de nuevas tierras,
volvieron a los puertos europeos con marcas en la piel que hablaban de civilizaciones desconocidas hasta ese momento. Eran manchas negras dibujadas con técnicas dolorosas que hicieron crecer la leyenda de los rudos hombres de mar.
Desde entonces, los tatuajes han pasado por diferentes etapas dentro de nuestra sociedad y en todas ellas han dicho mucho de quien los portaba. Han sido estigmas de marginalidad, señas de identidad, iconos culturales y ahora también complementos de moda. Entre tanto, algunos
viajeros han mantenido el espíritu de los antiguos marinos tatuando en sus cuerpos los símbolos de las culturas que han descubierto durante el camino. Porque, como dice la tradición en las islas Marquesas, “un cuerpo sin tatuar es un cuerpo estúpido”.
Los orígenes del tatuaje
Se sabe que el
primer vestigio de un tatuaje se remonta al año 8.000 a.d.C., y que ha sido una práctica presente en civilizaciones tan diferentes como la egipcia, la haida canadiense o los pueblos que habitaban las islas del Pacífico sur.
En ningún caso se trataba de simples detalles estéticos, sino que cumplían su función social: distinguían a los miembros de diferentes clanes o clases sociales, y marcaban la transición de la infancia a la vida adulta. También tenían que ver con prácticas rituales relacionadas con la fortaleza, el valor y la protección frente al mal. En algunas zonas,
tomaban connotaciones claramente religiosas, como en América Central, donde se decoraban el cuerpo con dioses.
El término
tatuaje, tatoo en inglés, proviene de la palabra tahitiana tatau, que significa “golpear repentinamente”, en referencia a cómo se grababan estos signos indelebles sobre la piel. Aunque se ha avanzado mucho en las herramientas para dibujar sobre el cuerpo, las técnicas que tradicionalmente se han usado son la del punzado de la piel para introducir pigmentos y la del corte y posterior untado con ceniza.
Islas con tradición en la piel
En la actualidad, en algunas partes de
Polinesia, Nueva Zelanda y Japón aún se utilizan métodos antiguos para decorar la piel. Los tatuajes tradicionales del archipiélago del sur del Pacífico son diseños geométricos inspirados en la naturaleza, que se retocan durante toda la vida hasta cubrir el cuerpo entero, incluidas cara y lengua. En la
isla de Borneo se siguen haciendo tribales para ornamentar el cuerpo de los hombres jóvenes, que también buscan mostrar valentía al enfrentarse a una práctica tan dolorosa. Los motivos más usados en este caso son las parejas de “flores de la paciencia”, que tienen ocho pétalos y una espiral en el centro que simboliza el círculo de la vida. Se suelen colocar en hombros, espalda y pecho.
Nueva Zelanda conserva la cultura maorí y sus tradiciones. Una de ellas consiste en los tatuajes (llamados moko) de rayas y espirales negras, símbolos de nacimiento y muerte que unen a cada persona con sus ancestros. Las mujeres los suelen llevar en el mentón y los hombres entre la cintura y las rodillas.
A pesar de que
el tatuaje está presente en la cultura de Japón desde los tiempos de los Ainu, hace al menos 10.000 años, hoy es difícil ver cuerpos decorados en las islas (lo cual no significa que no los haya). Al inicio del periodo Meiji se prohibió tatuar para dar una mejor imagen exterior del país, relegando esta práctica a la clandestinidad. Durante muchos años, ha estado muy vinculada a la yakuza (la mafia japonesa) y, pese a que se volvió a permitir tras la II Guerra Mundial, hoy en día aún no está bien visto mostrar los dibujos.
Los
tatuajes nipones son verdaderas obras de arte, con laboriosos entramados de dragones, flores y peces que ocupan grandes superficies de piel. Actualmente, un irezumi de cuerpo entero se puede tardar en hacer cinco años y cuesta más de 30.000 dólares.
El tatuaje moderno
Los estudios de tatuaje que podemos encontrar en occidente ofrecen un gran catálogo de diseños que
se nutre de actualizaciones de estas antiguas tradiciones, pero atendiendo a las modas. Ofrecen tanto dibujos evocadores como grafías y, en todo caso, los profesionales recuerdan que se trata de señales permanentes y que conviene tener un conocimiento completo de los símbolos que se van a tatuar para no arrepentirse con el paso del tiempo.
Quienes no quieran complicarse investigando y contrastando informaciones, pueden recurrir a diseños propios o a estilos más modernos también con “denominación de origen”. Porque los diferentes movimientos sociales y culturales vividos en occidente han dado lugar a muchas tendencias desde que la llamada
Old School comenzase a profesionalizar el tatuaje en Norteamérica a principios del siglo XX