El éxito de la operación de sellado del pozo averiado de BP en el Golfo de México ha intensificado los interrogantes sobre lo que aún queda por hacer para limpiar el mayor desastre ecológico de la historia de EE.UU. y controlar sus efectos sobre el medio ambiente, la pesca y el turismo.
El logro alcanzado el jueves, cuando se taponó con cemento la cabeza del manantial tras una inyección de lodo que empujó el petróleo hacia su lugar original, deberá complementarse a partir del 15 de agosto con el sellado de la parte inferior del depósito, para lo que BP está construyendo un pozo auxiliar.
Sin embargo, tanto el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como el almirante retirado Thad Allen, que coordina la respuesta al vertido por parte del Gobierno, han coincidido en señalar que la lucha por contener el derrame "finalmente está llegando a su fin".
La sensación de que la fuga del pozo subterráneo está controlada y permanentemente monitorizada por equipos de expertos ha trasladado el foco de preocupación hacia los afectados por la catástrofe, desde quienes piden compensaciones económicas a los kilómetros de costa y los cientos de especies de vida salvaje contaminados.
La Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por su sigla en inglés) descartó ayer que el consumo de pescado o marisco del Golfo de México, que concentra el 20 por ciento de la producción nacional de frutos del mar, pueda suponer un peligro para la salud humana.
Según la agencia, los dispersantes químicos utilizados para disolver el crudo no tienden a acumularse en los tejidos de los peces y moluscos, por lo que el marisco no retendrá las sustancias "incluso si las absorbe mediante las branquias u otros medios".
Los datos del informe de la FDA proceden del análisis del marisco en Alabama, una de las principales regiones productoras, que mantiene una veda a la pesca como consecuencia del derrame.
De los cinco estados afectados por la catástrofe, sólo Luisiana y Misisipi han levantado las prohibiciones de faena, y alrededor de un cuarto de las aguas del Golfo (unos 150.000 kilómetros cuadrados) siguen cerradas a la pesca comercial.
A quince días de que comience la temporada de gamba, uno de los productos más lucrativos del área, las presiones de la industria pesquera han desatado una carrera por lograr métodos que permitan analizar más rápidamente el nivel de toxicidad de los peces.
Mientras, muchos pescadores subrayan sus dudas de que el pescado de la zona sea realmente seguro para el consumo humano.
"La vida marina está tratando de escapar del agua. Las tortugas tienen la cabeza fuera del agua constantemente. Nunca habíamos visto algo así", asegura Mark Stewart, un pescador de Misisipi, a la cadena local WLOX.
Según los datos del Gobierno, el vertido de crudo ha causado la muerte a 3.606 pájaros, 508 tortugas marinas en peligro de extinción y 67 mamíferos marinos.
Las tortugas son una de las especies más amenazadas por los restos del crudo, mientras que las gambas no han mostrado señales de toxicidad y los pájaros, cuyas alas teñidas de negro se han convertido en la imagen del vertido, están en general en buena forma, según los científicos que trabajan en la zona.
De acuerdo con un informe científico presentado por el Gobierno esta semana, un 74 por ciento del total de crudo liberado al océano se ha recogido, quemado, evaporado o descompuesto por procesos naturales, y lo realmente preocupante es el petróleo que flota de manera residual en pequeñas partículas.
No obstante, el contraalmirante de la Guardia Costera Paul Zukunft, coordinador de la respuesta del Gobierno sobre el terreno, advirtió ayer que es posible que las bolas de alquitrán sigan llegando a la costa "durante años".
Zukunft aseguró que la Guardia Costera apenas está viendo petróleo en la superficie, pero que "eso no significa" que se asuma que no existe.
Otro de los grandes retos, la reactivación de la debilitada industria turística, ha recibido el apoyo de la familia Obama, que pasará el fin de semana del 14 y 15 de agosto en las costas de Florida para reforzar la campaña que trata de convencer a los estadounidenses de que las playas del Golfo de México están limpias.
La última asignatura pendiente, la de la compensación a los afectados, es asunto de BP, que ha pagado 303 millones de dólares en demandas de más de 40.000 individuos y negocios.