A diferencia de lo que muchas personas piensan, tanto hombres como mujeres tenemos fantasías sexuales. Hecho que tiene más que ver con la capacidad de imaginación que tengamos las personas que con una cuestión de género. Lo que sí es cierto es que la elaboración propiamente dicha de la fantasía sí que tiene ciertas diferencias dependiendo de si pertenecemos a un sexo u otro.
Estas diferencias tienen que ver, principalmente, con la temática y con la forma en que elaboramos la fantasía.
Las fantasías femeninas tienen un mayor contenido emocional que las masculinas, ya que se basan mucho más en el proceso de la excitación y en el desarrollo de toda la fantasía.
Éstas contienen muchos más detalles, lo que otorga una mayor importancia al juego erótico que se describe en ella. De hecho, solemos decir que las fantasías sexuales femeninas están mucho más elaboradas -de ahí el chiste de que las mujeres necesitamos saber sí los protagonistas de una película porno se casan- que las masculinas. Realmente no necesitamos saber si en realidad se casan o no, lo que necesitamos es que el sexo tenga un cierto sentido y para ello jugamos mucho con la excitación y la erótica. Además, también es cierto que en un número importante las mujeres son las propias protagonistas de sus fantasías.
Las fantasías masculinas son mucho más directas. Van directamente al grano, por así decirlo. No contienen tantos estímulos. Suelen ser muy gráficas -tipo película pornográfica- y se miden mucho más por la finalidad de la propia fantasía que por el proceso de la misma. Sus contenidos pueden estar encaminados a grandes proezas sexuales, ya sea por la cantidad o por la calidad de su representación.
Pero lo realmente importante de las fantasías es que, como seres sexuales, tenemos derecho a explorar una parte de nuestra personalidad en ellas y no debemos ni podemos rechazarlas o negarlas porque forman parte de nuestra propia sexualidad.