Lo curioso fue quizás una de las medidas propuestas: los 'aterrizajes ecológicos'.
De acuerdo a Clarin, esta medida implica reducir la potencia de los motores al momento del aterrizaje para que los aviones desciendan sobre las pistas planeando. El mismo diario informa que la técnica ha sido incorporada por la aerolínea SAS (escandinava) y que será implementada en todos los aeropuertos españoles en 2010. A partir de 2013, llegará a más de 100 aeropuertos europeos y se estima que podría ahorrar unas 500 mil toneladas métricas de CO2 anuales.
Pero a no desesperar: la reducción de la potencia no sería siquiera perceptible para los pasajeros y no representa ningún riesgo para los vuelos.
Además de esta curiosidad, para llegar a las metas propuestas las aerolíneas estarán enfocando sus esfuerzos en el uso de combustibles alternativos (los provenientes de camelina, jatropha y algas son los más atractivos en este momento) y renovación de naves. Otras alternativas incluyen incorporar sistemas de control de tráfico aéreo computarizados, que podrían ahorrar emisiones.
La participación del sector aéreo en Copenhague no es casual, ya que la demanda de vuelos está creciendo exponencialmente cada año, y a su vez esta industria representa nada menos que 670 millones de toneladas de carbono anuales. Es decir: se trata de uno de los grandes focos de emisiones, y, de no tomar una iniciativa a nivel sector, sus emisiones podrían ser controladas por acuerdos regionales o nacionales de sus respectivos países y así afectar los ingresos de las compañías.
Así es que tomando la delantera, los ejecutivos del sector anunciaron estos planes y remarcaron sus esfuerzos señalando -de acuerdo a The Transnational- que la industria ya ha mejorado la eficiencia del combustible que utiliza en un 70% durante los últimos 40 años, y remarcando que el sector prefiere un acuerdo global sectorial de recorte de emisiones que medidas a niveles regionales o locales (esto último es lógico de todas formas, ya que es difícil determinar a qué país le correspondería compensar las emisiones de un vuelo internacional).
Queda por ver si podremos, en algún momento, tomar un avión sin nada de culpa ambiental. Por ahora, la alternativa más verde para viajar siguen siendo los trenes.